¿Habla Dios hoy?
Nací en 1958 como el tercer hijo de un empresario en Ehrang, un pueblito cerca de la ciudad más antigua de Alemania, TRIER. Mi familia era católica, de modo que yo también seguí el camino normal de un católico hasta la confirmación. Poco después le dije a mi madre, ya que mi padre murió cuando yo tenía seis años de edad, que no iría más a misa.
De mi niñez solamente puedo acordarme de dos o tres ocasiones en las que hablé seriamente con Dios. Mientras más mayor y fortalecido por la humanidad del estudio del instituto me volví, más se alejó Dios de mí y yo aún más de él. Cuando terminé la secundaria me autodenominé ateísta. Mi ateísmo fue absolutamente agresivo y completamente despiadado frente a hombres que se confesaban creyentes. Me daban pena las personas que creían en Dios. Así de lejano estuve en este tiempo, del concepto mundial-bíblico de un cristiano.
Como hijo de una familia empresaria, fui desde temprana edad un joven que tenía bastante dinero a su disposición. En ningún momento sufrimos escasez de ningún tipo, por lo que nunca supe lo que eso significaba. No obstante, alrededor de los 15 años de edad empecé a preguntarme sobre el sentido de la vida. Los valores que me transmitieron no respondían satisfactoriamente las preguntas reales que había en mi corazón. Busqué pues intentar descubrir el sentido de la vida a través del deporte, las relaciones, el sexo, el alcohol, y en viajar a otras tierras, pero sin obtener ningún resultado y la mayoría de las veces me sentí decepcionado. A pesar de todo lo que intenté, el vacío en mi interior seguía, y no había nada que pudiera llenarlo.
USA
De alguna manera se arraigó en mí, la idea de que eso debía ser por que vivía en Alemania. Al finalizar la secundaria, me encontré de repente sin una relación, sin ninguna meta y sin perspectiva. Así que en el verano de 1978 decidí realizar un largo viaje a través de Estados Unidos, junto a mi buen amigo, quien compartía la tristeza de mi alma, y su novia. A pesar de que ya había estado tres veces allá, esta vez viajaríamos en un pequeño autobús y sin límite de tiempo. Al poco tiempo nos tirábamos de los pelos, ya que la convivencia entre nosotros era muy difícil. Después de muchas discusiones, me separé de mis amigos a la entrada de Yellowstone e hice autostop.
Desde ese instante Dios empezó a intervenir en mi vida. Buscando en el mapa descubrí que estaba cerca de Shelley, Idaho. Hacía unos años, viajando en tren a Sudáfrica, conocí a unos jóvenes que eran de esta pequeña ciudad. Incluso me acordaba todavía de sus apellidos: Tchikof. Así que continué hacia Shelley y los localicé en la guía telefónica. Me quedé allí con ellos 10 días y conocí a su familia. La madre de ambos estuvo hablando una tarde conmigo acerca de creer en Dios y Jesús. La señora me dio realmente mucha lástima. Ella me habló con fuerte convencimiento sobre estas cosas, como si fueran ciertas, pero no son ciertas, ¿verdad?
Aun así, toda esa historia me pareció muy extraña. Volví a hacer autostop y continué mi viaje hacia el Oeste, hacia California. En la calle se conoce a todo tipo de personas, camioneros, personas amables, personas perversas, etc. Un hombre millonario que conducía un Cadillac me dio un tratado de los adventistas del séptimo día, una iglesia de la que nunca había escuchado hablar. Llegando a California me decidí de nuevo a hacer autostop hasta la playa, para pasar allí la noche. Fue la primera vez en mi vida que pasé la noche al aíre libre, sin tienda de campaña. El siguiente pueblo era Bodega Bay, al norte de San Francisco. Preparé una fogata al llegar la noche y utilicé mi tratado para hacer el fuego. Leí brevemente la parte trasera, donde había algo acerca de un predicador y una Biblia. La playa estaba vacía y me sentí unido a este mundo. Delante de mí el Pacífico, a izquierda y a derecha una playa aparentemente interminable y detrás de mí los Estados Unidos. Mientras estaba inmerso en mis pensamientos, escuché repentinamente, y de forma muy clara, una voz que me dijo: “Hans-Claus, tu no estás solo. Yo estoy contigo”. La voz fue tan clara, que me giré para ver quién me había hablado, pero no había nadie ahí, por lo menos no alguien visible. Debido a que no estaba ni ebrio ni colocado, la experiencia me impresionó profundamente, de tal manera que supe inmediatamente que Dios me había hablado. Me convertí de repente, en ese lugar, de ateísta a teísta. Evidentemente fue este Dios, un Dios Personal que conocía mi nombre, que se interesaba por mi vida y que me quería acompañar por el camino de mi vida.
A partir de este día me abrí a las religiones de golpe, pero en realidad no sabía a cuál religión debía acudir. Cuando las cosas me iban mal durante el viaje, me acercaba a las iglesias católicas y me sentaba en un banco. Y es que yo no conocía ninguna otra, y allí veía las figuras que ahí colgaban o que ahí habían sido construidas. Pero de alguna manera me llenaba de paz y continué con mi viaje.
MEXICO
Para prolongar mi viaje decidí abandonar los Estados Unidos en dirección a México ya que era esencialmente más barato y también podía hacerlo en autobús. Estaba cansado de hacer autostop, sobre todo en California, donde había tenido la oportunidad de conocer a un sin fin de personas perversas. Así que crucé la frontera en Nogales, Arizona, y me sentí repentinamente en casa. Después de una excursión hacia Guaymas llegué a Guadalajara, Jalisco. Allí me enamoré de esta cultura y aprendí mucho sobre México y del estilo de vida de Latinoamérica. Un anciano, residente americano, me acompañó durante mi viaje de descubrimiento y me sentí profundamente emocionado. Siguiendo su consejo, continué hacia el sur, hacia Urupan en el estado de Michoacán.
En la Oficina de Tursimo conocí a una mexicana y nos enamoramos inmediatamente el uno del otro. A raíz de esta relación tuve la fuerte convicción de que quería pasar el resto de mi vida en este nuevo mundo que acababa de descubrir. En pocas semanas ya había hecho muchos contactos. Visité la universidad en la ciudad de México para descubrir cómo podría estudiar en México. Además busqué información sobre escuelas de español y así es como llegué a la dirección del Proyecto Lingüístico Francisco Marroquín en Antigua Guatemala. De repente, Mi Proyecto “Estudio y vida en México” me dio tal claridad acerca de lo que quería hacer en la vida, que interrumpí mi viaje y regresé en autobús hacia la ciudad de New York haciendo algunas escalas. En Diciembre de 1978 estaba nuevamente en casa, y me puse inmediatamente a recopilar toda la documentación necesaria para mi estudio en México. También me inscribí en la escuela de idiomas en Guatemala y establecí rápidamente una cita para realizar un curso intensivo de ocho semanas en Huehuetenango, Guatemala.
GUATEMALA
A pesar de que todavía tenía en la mente mi experiencia con Dios en la playa, me había entregado a un estilo de vida hedonista que me satisfacía mucho. Teresa fue mi salvación, ya que el camino en el que estaba, definitivamente me habría conducido a un caos total.
Después de pocas semanas estaba tan enamorado que decidí decírselo a Teresa. Pero para ella la situación era muy difícil porque yo no representaba la imagen del hombre que ella esperaba para su vida. No contaba con ninguna calificación profesional además de mi estudio de nivel medio. Teresa tenía por el contrario, dos profesiones, era profesora de escuela primaria y profesora de español, y en su tiempo libre también estudiaba fruticultura en la universidad del lugar. Además de eso, Teresa había pedido a Dios un hombre cristiano con el que pudiera crecer espiritualmente. Así de contundente fue su respuesta, y me dijo que en primer lugar regresara a México para definir qué era lo que quería hacer con mi vida.
De todas formas debía regresar a México donde había abierto una cuenta en el banco y tenía otro par de maletas. Estaba asustado, por supuesto, ya que debía terminar mi relación con la joven mexicana. Pero tras las 48 horas de viaje en autobús y cuando estaba finalmente de regreso en Michoacán, se me facilitaron las cosas. Mi novia mexicana rompió su relación conmigo, incluso antes de que yo pudiera decir algo. Así que pude empaquetar rápidamente mis cuatro cosas y emprender mi viaje de regreso a Guatemala.
En el camino visité a una conocida americana en una escuela de idiomas en Cuernavaca e hice una excursión hacia Acapulco y Oaxaca. Pasadas cuatro semanas estaba de vuelta en Guatemala, sin embargo fui primero a Antigua, la antigua capital.
A principios de Junio de 1979 estaba de vuelta en Huehuetenango, con media libra de Marihuana en mi bolsa. Busqué un alojamiento y después intenté convencer a Teresa de mi amor, y mis sinceras intenciones. Fue más de una semana después de mi llegada, mientras estaba en el patio de la escuela con un americano llamado Elliott Tepper, que me preguntó si yo era cristiano. Acerca de esta pregunta no tenía una respuesta concreta, porque al fin y al cabo fui educado en el catolicismo, pero a pesar de eso, no tenía ni idea de lo que significaba ser cristiano. Elliott me planteó entonces una pregunta más, la que iba cambiar mi vida totalmente. ¿“Conoces a Jesús”? Entonces le pregunté si se refería al de “los agujeros en las manos y en los pies”, pero él no le prestó atención a mis disparates y empezó a hablarme sobre su relación con Jesús. Para mí, aseguré, Jesús estaba muerto. En Alemania le había visto siempre en la cruz, sobre las puertas de las cocinas y esto es lo que me habían predicado: Jesús murió en la cruz. La iglesia católica proclama de forma especial dos momentos de debilidad en la vida de Jesús: como bebé en el pesebre y como crucificado, la mayoría de veces ya muerto.
Pero Elliott Tepper me habló de un Jesús vivo y muy vivo, con el cual se puede entrar en contacto personal. Con el tiempo descubrí que Elliot era misionero en México y quería refrescar su español en Guatemala. Uno podría haber pensado que se trataba de un americano chiflado y religioso, pero un día me contó que había estudiado economía en la universidad de Harvard, y que un día Dios lo llamó a predicar en otros países. En la escuela de español estudiaban otros cinco misioneros, que me “adoptaron” y respondieron a mis cientos de preguntas. Pasé las siguientes ocho semanas haciendo preguntas y totalmente fascinado al escuchar sus respuestas. Lo que me contaban estas personas, provenientes de muy diferentes confesiones, nunca en mi vida lo había escuchado. Ellos hablaban sobre respuestas a oraciones, maravillas, milagros y sanidades y decían también que podían escuchar la voz de Dios, con la que ellos a menudo se guiaban claramente. Esas fueron, para mí, historias de otro mundo pero poco a poco comprobé que no eran inventadas. Estas personas se conocieron en Huehuetenango, todas provenientes de diferentes países, no obstante, todos ellos describían su relación con Jesús de la misma manera. De alguna manera Elliott me proporcionó un nuevo testamento y empecé a leer. Poco a poco Jesús empezó a tomar forma para mí.
Teresa me habló en este tiempo acerca del grupo carismático de la iglesia católica, del cual ella era líder. Elliott me invitó de vez en cuando al servicio al que asistía, aunque no me apetecía mucho ya que me sentí especialmente mal en la iglesia Pentecostés. En una ocasión habría preferido irme ya que el predicador me pareció que estaba totalmente chiflado. Teresa también me invitó a sus reuniones y así fue como conocí a los católicos carismáticos. No tenía ni idea de su existencia. Las reuniones eran muy alegres y había una atmósfera muy agradable ya que la gente era muy cariñosa. Me sentí muy bien, a pesar de que no tenía mucha noción acerca de lo que era eso.
Las reuniones se celebraban los domingos y los miércoles en un edificio cerca de la catedral de la ciudad. ¿Ir dos veces por semana a la iglesia? Realmente no me preocupaba eso, por lo que supe que estaba en el camino correcto y que algo especial estaba esperándome. Un día Teresa me invitó a una reunión de oración del santísimo sacramento. No tenía ni idea de que podría ser eso. Resultó ser una oración en presencia de una hostia ya consagrada en la ventana custodiada y guardada bajo llave. Y ya no tuve más relación con estas señales y símbolos y aprendizaje de la iglesia católica. Pero entre tanto había escuchado suficiente para saber qué debería ser, en todo caso, un Dios vivo. Así fue como un día me postré sobre mis rodillas por primera vez desde mi niñez y simplemente empecé a hablar con Dios. Pedí por el perdón de mis pecados y le pedí que pudiera revelarse a mí. El encuentro duró casi tres horas y recé la mayoría de este tiempo. Cuando al final me levanté, sentí como el amor de Dios se derramó en mí y cómo me inundó de pies a cabeza. Eso fue un sentimiento asombroso. En esta noche nací de nuevo sin saber cuál era el significado de todo eso. En el camino de regreso con Teresa, repentinamente, tuve claro, que para mí la búsqueda por la verdad y el sentido de la vida había llegado a su fin. ¡Había encontrado todo en Jesús!. Inmediatamente tuve claro también, el porqué estaba en el mundo – para conocer mejor a mi SEÑOR y servirle mejor.
Entretanto Elliot Tepper tuvo que partir, pero se quedaron algunos de los misioneros para seguir ocupandose de responder a mis muchas preguntas. En aquel tiempo Mike Hrabal, de Jalisco, México, pasó mucho tiempo conmigo ayudándome También el sacerdote carismático Andrés Girón me ayudó mucho a entender mi nueva vida encontrada.
En mis pensamientos también descubrí la necesidad de servir a mi SEÑOR. La iglesia católica tenía un asilo de pobres, El Amparo, donde me inscribí inmediatamente y fui aceptado. Mi trabajo consistía en cortar leña, bañar a los ancianos y hacer diligencias para las monjas. Permanecí allí casi cuatro meses en total, vi mucha miseria humana, pero también mucho amor sincero para los más pobres entre los pobres.
En el tiempo siguiente leí mucho la Biblia y empecé a percibir enormes contradicciones entre las enseñanzas de la Biblia y lo que enseñaba y practicaba la Iglesia Católica, por lo que decidí mencionárselo al sacerdote, pero recibí solamente esta respuesta, – “ah, ¡así que estás leyendo la Biblia!”- Por lo que tras varios meses de lectura y preguntas tenía claro que debía tomar una decisión: O bien creía lo que decía la Biblia o creía a los maestros de la iglesia católica. Me decidí por la Biblia y abandoné la iglesia Católica.
De todo eso hace ya mucho tiempo. Fui bautizado en Marzo de 1980 en Antigua Guatemala por Elliott Tepper, en la iglesia de nuestro amigo Ronny Gilmore, siguiendo lo que la Biblia dice: “el que creyere y fuere bautizado, será salvo!” Teresa y yo nos casamos el 26 de Julio de 1980.
Más adelante visitamos en Arkansas, USA y en Colombia dos escuelas de discipulado de “Juventud Con Una Misión”. Dios nos dio dos hijas maravillosas, Teresita y Aline. Nuestro matrimonio lo basamos en el siguiente lema: “Yo y mi casa serviremos al señor” Josué 24:15.
Al regresar de Colombia conocimos al Pastor Julio Sosa en Huehuetenango. Nuestros corazones se conectaron y pasamos mucho tiempo orando e intercediendo juntos. Durante este tiempo nació en nosotros la visión de plantar una iglesia nueva que fuera basada en el Nuevo Testamento y que tuviera una visión más amplia que “solamente la de ganar almas”. Soñábamos con una iglesia que tuviera conciencia social y corazón misionero. En el otoño del 1983 empezamos con las primeras reuniones y en Marzo del 1984 celebramos la inauguración oficial de la “Iglesia Cristiana El Tabernáculo de la fe”. La iglesia creció rápidamente y empezamos a realizar nuestros primeros sueños. En enero del 1989 fundamos el Colegio Tabernáculo de la fe, encabezado por el profesor Eustaquio Gómez con 45 niños en tres grados.
Durante este año Dios también empezó a inquietar nuestro corazón. Poco a poco nació la visión de ir a Alemania por un tiempo. Cuando ya estábamos seguros, iniciamos esta nueva etapa de nuestra vida en Noviembre del 1989. Los primeros años fueron muy difíciles y muchas veces no entendíamos los planes y propósitos de Dios. Sin embargo, siempre Dios nos guió hacia donde Él nos quería tener. En la pequeña ciudad de Kirchberg nos permitió plantar una iglesia nueva – “El centro cristiano del Hunsrück”. Esta obra también fue bendecida con un crecimiento rápido. Cuando solamente llevábamos tres años y medio, pudimos enviar un buen grupo de hermanos líderes a plantar otra iglesia en la ciudad de Kastellaun. Dios ha sido siempre fiel.
El golpe más grande de mi vida fue la enfermedad y la muerte de Teresa el 9 de abril del 2008. Le habían detectado cáncer de colon y de hígado. Solamente tardó ocho meses a partir del diagnostico inicial. Después de casi 28 años de un matrimonio feliz y bendecido tuve que enterrar a una gran mujer, esposa, madre y madre espiritual para muchos. Nunca la olvidaremos.
Ya que no fui dotado con el don de vivir solo, Dios tuvo misericordia de mí y me dio una esposa nueva, Ester Greco, una hermana siciliana nacida en Alemania. Con Teresa ya me había tocado la lotería, y con Ester se realizó el milagro de que me tocara por segunda vez.